Buenas tardes a toda la comunidad Sancarlista, amigos y compañeros de ayer, de hoy y de siempre:

En mi condición de Presidente de la Asociación de Exalumnos del Colegio San Carlos, presento a todos ustedes un saludo de agradecimiento por acompañarnos en este momento tan triste en nuestras vidas por la partida física de nuestro amado Father Francis Wehri, quien con sus valores de sencillez, alegría, humildad, rigurosidad intelectual, austeridad, carisma y servicio, permitió en nosotros hacernos hombres de bien.

No es fácil llenar el vacío que deja la ausencia de alguien que con su sencillez y alegría me hicieron alguna vez sentirme importante para alguien en esos días, que de niño o adolescente, abría las puertas de mi personalidad tratando de volverme un ser íntegro y completo.

Father Francis nos enseñó con su ejemplo la importancia de la responsabilidad, de la libertad para formarnos con criterio en el principio Benedictino integral de “Ora et Labora”, y de no dejarnos vencer por nuestras dificultades, forjándonos como ciudadanos del mundo, comprometidos con el respeto a la diferencia y al valor del éxito con humildad.

La comunidad San Carlista extrañará las rondas periódicas del Padre Francis por los pasillos, siempre enfocado por el orden y la disciplina, caminando tras nosotros recogiendo papeles y objetos perdidos, dando consejos y enseñando con amor. El Father Francis siempre se esforzó por forjar nuestro desarrollo integral, dejando como sello invaluable en la comunidad Sancarlista, el desarrollo espiritual junto al crecimiento permanente en conocimientos, deportes, música y arte.

Hoy podríamos hacer una tertulia infinita para referirnos a la vida de este Hombre admirable. Una tertulia infinita podría ser apenas un pequeño homenaje a toda una vida de servicio, siempre ayudando a realizar los sueños de muchas personas, sin esperar nada a cambio. El propósito del mentoring que hoy procuramos desarrollar en la Asociación, es un ejemplo palpable de la filosofía del Padre Francis.

Su espíritu, permanecerá indeleble en nuestras vidas, por lo que estamos seguros que vivirá siempre con nosotros y nos hará llevar con orgullo el amor que recibimos de sus enseñanzas. Los Sancarlistas tenemos una enorme responsabilidad: reflejar la vida y obra del Padre en lo que pensamos, decimos y hacemos a diario.

Ahora, el Colegio San Carlos también asume un reto mayor: darle a Usted, Padre Francis, la alegría de observar que la institución mantiene su prestigio, su altura intelectual y su papel protagónico, formando líderes regidos por principios morales y éticos en busca de una mejor sociedad.

La enseñanza impartida por la comunidad benedictina, fielmente representada en la vida del Padre Francis, está encaminada a formar líderes. Líderes en el saber, en la creación y organización de programas y proyectos que desarrollen una sociedad justa. Líderes cuya meta fundamental no se reduce simplemente a ordenar sino a servir a los demás.

Padre Francis: es nuestra promesa seguir siendo responsables y fuertes para ser personas presididas por principios de austeridad, capaces de generar valor dentro de una sociedad a través de la misma.

Hoy, vivimos una sensación dual: tristes por la partida física del Padre Francis, pues se ha apagado una de las mentes más brillantes y ejemplares de la educación Colombiana, pero al mismo tiempo felices porque sabemos que un Hombre como él, con su sencillez y santidad, está ya disfrutando de la presencia de Dios, disfrutando de su cercanía y desde allí, inspirándonos la responsabilidad que caracteriza a los Sancarlistas. Debemos todos nosotros ser conscientes de esa responsabilidad: siempre retornar a la sociedad lo que se ha recibido de ella.

Padre Francis: como Asociación, seguiremos cumpliendo su sueño de hacer realidad esa tarea que Usted nos encomendó, ser el agente aglutinador de esta gran comunidad, manteniéndonos unidos, apoyándonos unos a otros, y sirviendo a los demás, antes que a nosotros mismos. Debemos esforzarnos por seguir su legado, de hacer compatible la disciplina, y la capacidad de pensar libremente. Recordemos que siempre, el Padre, insistía en que los estudiantes debíamos aprender a pensar por nosotros mismos, por eso se interesaba en dejarnos hablar y pensar. Querida comunidad Sancarlista, tengamos siempre presente su huella, como él nos decía: “Tienen que aprender a respetar a los demás, creo que esa apertura es uno de nuestros rasgos esenciales”.

Padre Francis, que Dios le permita seguir acompañándonos, caminando con nosotros. Aunque tengo claro que los atajos no existen, tenerlo a usted como mentor, ha sido el perfecto atajo para alcanzar mi felicidad. Por esto, estaré eternamente agradecido con usted el resto de mi vida. Qué orgullo haber sido su alumno y qué honor haber podido dedicarle estas palabras el día de su partida.

Muchas gracias.

Juan Pablo Mosquera Morales
Presidente Asociación de Exalumnos Colegio San Carlos

El abrazo eterno de Father Francis

Acabo de saludar a Father Francis acá en la Fundación Santafé de Bogotá, me escribió mi papá el pasado 13 de julio. Vino a control médico. Seguramente sentiste que tus orejas hervían de calor.

¡¿De verdad?! Respondí con la emoción propia del Sancarlista, como si tuviera 25 años menos de los que tengo, en segundo de primaria y montado en el Bus 4 después de que me dijeran que no había colegio a causa de algún paro, problema con el acueducto o similar. ¿Cómo está? ¿Cómo lo viste?

Estaba caminando con un poco de dificultad, escribió papá que, con unos abriles menos que el Padre Francis, es un maestro del Whatsapp. Pero está totalmente lúcido. Un joven lo ayudaba a movilizarse. El abrazo que me dio fue para ti.

La última vez que habíamos visto al Padre Francis había sido el 31 de mayo de 2015 en un concierto que se organizó en su homenaje como Rector saliente del Colegio, y también por la visita del Padre Sebastián, quien también fuera rector del Colegio décadas atrás. Como era de esperarse, ese día la capilla del colegio estaba a rebosar. Profesores, administrativos, alumnos, exalumnos y padres de familia hacían una interminable fila para darle la mano a Francis y poner a prueba esa memoria infalible que le caracterizaba, la que no daba tregua. El disco duro de su cabeza recordaba el nombre de cada alumno, sus papás y la anécdota de rigor (buena, mala, bonita o fea). Pero su don no paraba ahí. Era como si sus lentes de fondo de botella y marco de gafas tan cuadrado como su disciplina monástica fueran un filtro Divino que le permitían ver lo que había detrás del porqué las calificaciones no eran las esperadas, o la razón por la cual prefería capar clase en el Comité Editorial del periódico o el anuario. Veían a la persona, no solo al estudiante.

Recuerdo que en noveno de bachillerato mi pubertad sobre-empoderada había decidido que ya no quería más colegio, no quería regresar al San Carlos y que eso de estudiar en el mejor colegio de Colombia no era lo mío. Cargado por aquel mundillo de la competencia acérrima entre varones adolescentes, privilegiados todos por estar ahí, tanto logro por recuperar y la muy cercana posibilidad de perder alguna materia por fallas hizo que mis papás fueran al colegio, oh pesadilla de la juventud. Ese día sonaron las llaves colgantes del hábito del monje que transitaba los corredores para asegurarse que todo estuviera en orden. Con mano de organista, tan grande como su corazón y su capacidad de entrega al colegio del cual fue rector por más de cuatro décadas, abrió la puerta del salón en donde estaba: Torres, dijo con ese acento extranjero único en él, vaticinando lo que yo creía sería una conversación de esas incómodas (como todo lo que le pasa a un tipo de 15 años). Caminamos hacia una canaleta cerca de la pista de atletismo del colegio y nos sentamos, como si fuera recreo. Con una pregunta, ¿qué está pasando? (de nuevo con su acento), y sus ojos de amor incisivo, me escuchó. Seguramente como lo hizo con miles de alumnos como yo. Con decenas y decenas de Sancarlistas, algunos presidentes, ministros, empresarios y otros artistas, pensadores y, sobre todo, personas. Ese fue el primer día que me abrazó sin hacerlo.

Como aquel día en la canaleta del colegio, en su homenaje, y en ese 13 de julio cuando abrazó a mi papá y, por transitiva, a mí a los 8 mil kilómetros de distancia que me separan de Bogotá, Father Francis me dejó en un abrazo sin abrazo su corazón de oro. Ese corazón que no conocía reproche sino servicio; ese corazón que le latió hasta ayer y que con cada pálpito buscaba dejar mella. Hoy deja mucho más que un colegio, porque él siempre fue mejor que el Colegio: deja a generaciones de Sancarlistas, graduados o no, que a través de sus lentes, ojos, manos y cariño resultamos ser mejor de lo que éramos sin él.

Until forever, Father Francis.

Gabriel Torres-Brown

Promoción 2002

Londres, Reino Unido de Gran Bretaña

I am so sad for your lost. Please, receive my support in that sadness time.
When I was work as a philosophy teacher (1996-1999) at CSC, Father Francis used to spread his wisdom without words or longer speeches. He used to pick up rubbish, laughing after a “serious” commentaries, or shaking his pianist`s hands on air to show that an annoy situation would be an opportunity to learn (both, teachers and students).
The first time that I visited Toledo (Spain), I found a Card. It had an image of medieval Psalter with old musical notation. Immediately, I sent this card to Francis with a brief note. Some years after, someone told to me that Father Francis had hanged that card on the news board at the CSC’s teachers room.
For Francis everyone in CSC was a member of the school community, without difference of role, position, or time spending in the CSC. How explain that attitude? The deeply charitas and working vocation reflected in the Benedict rule. Obviously, it is a good justification. So, what about the soul, the good heart, and the cool mood as a way of life. However, Francis was known among students (and some teachers) as grumpy monk.
Those memories show that Francis was a human, a tender soul that had dealt with a hard time: some descendants of Colombian plutocracy, some unusual students at the same time smart players, forthcoming lawyers, dancers, physics, or prosperous business men. So, all of us have a great debt with Francis, an example of humanity.
 
All the best in this hard moment.
 Hugs,
 José Higuera

FATHER FRANCIS

 

One of the persons that has had more influence on me is the former principal of my high
school. I would certainly say that he is a very important part of who I am.
I studied in an all-male private catholic high school. My mentor, Father Francis Wehri, is
an American priest who arrived to my country, Colombia, more than 60 years ago with the
mission of establishing a school for boys in Bogotá.
Despite the fact that my high school was openly a catholic school, I had the opportunity
to have classes and be friends with Muslims, Jews, Atheists, and Christians. Everybody had the
chance to receive the same education without discrimination regardless of their race, religion,
economic situation, or sexual orientation. The only requirement to be admitted in my high school
-even though it was a catholic school led by priests-, was to pass an academic exam, something
very rare for Colombian high-schools, usually driven by other economic or social aspects.
I understood the value of this philosophy when I was about to graduate and face the real
world. From there on, I believe that the world should be open for everybody, and that despite the
differences among people, everyone should have at least the same opportunity of receiving high
quality education.
Father Francis was very emphatic about that. For him, people are valuable for many
different reasons, and everyone should be encouraged to be the best in those things that make
them different. The alumni community of my high-school is surprisingly diverse. We have
politicians (2 of the last 3 presidents of my country, studied at my high-school), scientists,
musicians, athletes, lawyers, doctors and artists, among others. However, I can affirm that all of
us have one thing in common: we all grew up knowing, recognizing and respecting differences
between people.
Some parents were always concerned about the discipline in my high-school. Students
were allowed in every day, even if they had piercings, tattoos, dyed or long hair, and Father
Francis always answered the same way: If their parents let them go out from their home like that,
who am I to prohibit their entrance to our school. Again, this was another way to prevail what is
really important; people’s ideas, thoughts, life experiences and how they can enrich and teach
other people new things. All other things, such as physical appearances, are secondary and are
just an expression of what people want to be.
I truly believe that, recognizing, being respectful and valuing people’s differences, is the
most valuable lesson I got from Father Francis. This way of living prepared me for life, and
determined who I really am. Also, it taught me, and made me realize how privileged I was for
receiving the best education in a third world country with an alarming rate of inequality. Father
Francis’ way of life and education really prepared leaders with social consciousness for my
country, and I believe that is the most important legacy for an educator.
Andres Vargas Gutierrez Generación 2008

Humildad. Una palabra inmensa pero vacía cuando se trata de demostrar. Necesitada de aquello que le otorgue valor, de aquello real, de carne y hueso, pesado y trascendente, a veces hasta orejón. De nada vale decirla cuando no se impregna, cuando no se lleva, cuando no hay un mortal que la luzca, sin lucirla, sin tanto ruido, sin brillar, y para eso, siempre los mismos zapatos, la misma chaqueta, la misma túnica y siempre, la misma sonrisa. 
Ver esta imágen me recuerda a uno de sus tantos merecidos cumpleaños, donde por respeto, sonreía ante un inmenso balbuceo, ante un sin número de aplausos. A las afueras de la capilla, nos preparabamos para darle como regalo, un denominado “trapo” que preparamos con meses de anterioridad. Mi amigo Camilo Ortega ordenaba la fiesta, pero nadie lo sabía, nadie lo supo. Y hoy pienso en el ser húmano detras de la obra maestra, en algun lugar de la miseria bogotana, donde incluso pocos sancarlistas se han atrevido a estar. Pienso en que no existió un regalo mas preciso, a laca, tela vieja, porro y cumbia, el artista de una reconocida barra brava transpasaba la cara de un viejito que nunca conoció.
Humildad es hablar lo necesario, trabajando cada segundo, hasta donde nos dé el cuerpo, humildad es ver a Camilo alzar esa bandera, como uno mas, humildad es dejar a un lado los gritos, dejar que otros canten como ese día hizo La Murga, para tener el aguante que solo él tuvo, y levantar la basura, que aunque todos vieron, nadie tuvo los guevos de recoger.
¡Hasta siempre Maestro! ¡Hasta siempre Padre Francis!
Juan Pablo Quiñones Generación 2016